La compañía teatral Saineters lleva interpretando desde hace ya varias años diferentes tragedias griegas en una cantera abandonada en medio de la montaña.
Este año nos han pedido colaboración para llevar la escenografía de Medea de Eurípides. El paisaje de la cantera abandonada es en sí la mejor de las escenografías, por su capacidad fenomenológica, por su localización, por su luz, por su olor…
Nuestra estrategia es simplemente retirar cualquier elemento discordante que distraiga al espectador de la experiencia.
Proponemos una puerta. La puerta del palacio. Una intervención que se relaciona con el argumento de Medea y opta por no introducir ningún elemento más.
Las puertas son significantes universales del umbral. A pesar de sus connotaciones culturales –que son una parte fundamental de su naturaleza y riqueza- son elementos reconocibles en todo el mundo que emiten una problemática sensación de familiaridad y domesticidad. Son los puertos de entrada perfectos al reino de la ordinaria grandeza olvidada de los espacios que nos rodean: umbrales materializados que aspiran a reinstaurar una relación armoniosa entre los individuos y la comunidad. Puertas que, por su connotación significante, despiertan un espacio latente; lugares que desarrollan una extraordinaria sensación de satisfacción social. Todo lo anterior, como resultado de la fronteras ambiguas que una puerta “fuera de lugar” establece: la reconquista de la condición de Palacio en Medea.